
Momentos
Alice no veía nada. Estaba de pie e inmóvil, pero sentía que se estaba desplazando. Tenía la sensación de estar dentro de un ascensor o sobre una plataforma que ascendía. Tampoco oía nada. Pasó un tiempo y el mecanismo que la transportaba no se detenía. Su velocidad seguía siendo constante. Esperaba que el ascensor, o lo que fuera, llegara pronto a su destino y se hiciera la luz para saber dónde se encontraba. De pronto, unos pasos la alertaron.
—¿Hay alguien? —dijo titubeando. Nadie contestó—. He oído unas pisadas —añadió en un nuevo intento por obtener una respuesta.
—¡Alice! ¿Dónde estás?
—¡Gregory! ¿Eres tú? ¡Qué susto me has dado!
—No puedo ver nada.
—Creo que te tengo cerca. Camina hacia mi voz y extiende las manos hasta tocarme.
—De acuerdo. Tú puedes hacer lo mismo.
—No tengo ni idea de dónde estamos, pero nos movemos. Lo habrás notado.
—Sí, estamos ascendiendo. Creo que te tengo cerca. ¿Has extendido las manos?
—Por supuesto. Casi nos estamos tocando porque… —Gregory no pudo terminar la frase. Una potente luz lo deslumbró y se quedó sin habla.
No eran conscientes de que transitaban por un pasillo, en parte virtual, de un edificio real. Nada se parecía a lo que conocían. No había suelo físico a la vista, ni techo, ni paredes. Pisaban sobre un firme que podía ser la superficie de un profundo estanque de agua cuyo fondo se adivinaba lejos. El plano que ocupaban las paredes era el horizonte de una playa sin fin, y el techo se había convertido en un cielo azul totalmente despejado, que se perdía en el espacio. Imposible calcular distancias por el efecto tridimensional y la ambigüedad de cuanto les rodeaba. Tan solo unas bandas de luces difusas e intermitentes, adosadas al suelo, advertían de la existencia de unas invisibles puertas para acceder, desde el pasillo, a diferentes estancias. Una de estas entradas era la que tenían que cruzar para someterse a la segunda prueba de la Gran Final.
—Ya hemos llegado —les dijo Mr. Finley colocándose frente a las tres parejas—. Detrás de esta puerta, van a tener la oportunidad de vivir una experiencia única e inolvidable. Hemos intentado que, cuando salgan de aquí, puedan decir que ha merecido la pena. Queremos sorprenderles.
Ese mismo día, veinte de diciembre, Malmoe se ocupó de establecer los recorridos, vías de escape y las paradas a realizar por él y sus dos colaboradores para despistar a la Policía. No escatimó esfuerzos y dedicó un tiempo extra a comprobar las rutas de los drones de vigilancia, el número de cámaras y los sensores de identificación y presencia urbanos, así como su colocación en cada una de las calles y avenidas que el trío iba a utilizar en la huida. Unas iban a intentar evitarlas. Otras las utilizarían para sus propósitos. Tendría que poner en práctica toda la experiencia acumulada durante su etapa como agente policial.
El chico se limitó a seguirla hasta una de las puertas, ubicada al final del pasillo. Antes de girar el picaporte, Alice se volvió hacia él, se miraron y, sin decirse nada, ella la abrió. De repente, el silencio quedó roto por un ligero murmullo de voces que procedían de alguna parte, dentro de la casa. Se volvieron a mirar. Esto era distinto a lo experimentado en Libercity. Allí veían a pseudopersonas hablando entre sí, pero no podían oír nada de cuanto se decían. Ahora, estaban escuchando a pseudopersonas a las que no veían.
—Primera sorpresa —dijo él.
—¡Ya te digo! No me lo esperaba. Está claro que hay alguien en la casa.
—Creo que lo mejor que podemos hacer es salir de aquí cuanto antes —dijo Koshiro.
—En ello estamos Koshi —dijo Alice que seguía conduciendo al grupo, iluminando el camino con su linterna—. Creo que pronto…
No pudo seguir hablando. El estruendo de un disparo retumbó en todo el sótano. Instintivamente, se echaron al suelo y apagaron sus linternas.
—¿Es lo que creo? —preguntó Gregory.
—Sí, Gregory, ha sido un disparo. ¿Estáis todos bien?
—Creo que sí —dijo Jia—. ¿Y tú Koshiro?
—Sí, estoy bien. Ya os dije que aquí había alguien. Y ahora, ¿qué hacemos?
—Salir de aquí, eso es lo que vamos a hacer —dijo Alice—. Antes del disparo, vi la escalera de subida frente a nosotros, a pocos metros. Vamos a ir reptando hasta ella.
Nada ni nadie se movía. Solo podían esperar inmersos en aquella oscuridad, deseando que el suspense terminara y pudieran salir de aquella comisaría. El objetivo próximo estaba claro. Una carrera más y subirían al primer sótano y, a través de él, a la calle. Sin embargo, sólo eran simples deseos. Aquello no era un juego de realidad virtual como en ese momento alguno hubiera deseado. No podían ni imaginar dónde se habían metido y cuál sería el final de una aventura que parecía no terminar, porque lo que comenzaron a intuir al otro lado del cristal no lo habían visto ni en la peor de sus pesadillas.